Las defunciones de 210 enfermeras y 83 enfermeros apenas representa 19 por ciento de las muertes registradas entre todo el personal de la salud en el país.
La primera muerte de un enfermero por covid-19 en nuestro país se dio en la Ciudad de México el 29 de marzo en el Hospital General La Raza, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Se trataba de un hombre de 53 años al que sus compañeros describieron como “un gran amigo y excelente persona”. Desde entonces y hasta septiembre, cifras oficiales de la Secretaría de Salud indican que este virus ha cobrado la vida de 293 auxiliares médicos que arriesgan su vida en la primera línea de batalla.
Una revisión de la base de datos pública revela que una de cada tres muertes de enfermeras se dio en hospitales ubicadas en tres entidades: Ciudad de México (50), Estado de México (28) y Veracruz (22). Otros estados que muestran un número importante de decesos entre las auxiliares médicas que tratan a pacientes covid-19 son Jalisco, Puebla y Tabasco con 13 casos respectivamente; seguidas por Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas con 10 muertes en cada estado.
La mayoría de las defunciones se registraron en las unidades del IMSS, donde sumaron 164 decesos; seguida por los 61 casos reportados en los hospitales operados por la Secretaría de Salud (Ssa) y por las 56 muertes ocurridas en instalaciones del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
En contraparte, los hospitales operados por personal de Petróleos Mexicanos (Pemex) sólo reportan cuatro defunciones, mientras que la Secretaría de Marina ha registrado la muerte de una enfermera en lo que va de la pandemia.
Las 293 de defunciones de enfermeras apenas representa 19 por ciento de las muertes registradas entre todo el personal de la salud en el país; sin embargo, esta media se ubica muy por arriba de la media mundial.
De acuerdo con el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), hasta noviembre habían muerto mil 500 enfermeras en el mundo, lo que representa apenas un 10 por ciento de las defunciones entre trabajadores sanitarios.