Mike Pence y su esposa Karen aún no han decidido si asistirán a la investidura del demócrata, informó el vocero del vicepresidente.
La crisis de Estados Unidos ha entrado en una nueva fase. El presidente, Donald Trump, se ha retirado, prácticamente aislado, a su residencia de fin de semana de Camp David, que él mismo ha dicho que detesta, durante el fin de semana.
Resulta difícil de valorar hasta qué punto Trump está controlando el aparato institucional estadounidense, en especial a raíz de una carta enviada por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a su bancada, en la que declaraba que hoy por la mañana ha hablado con el jefe del Alto Estado Mayor, el general Mark Milley, «para discutir medidas precautorias que impidan que un presidente inestable [mentalmente] lance acciones militares hostiles u ordene un ataque nuclear».
En el documento, Pelosi reafirma la importancia de «prevenir que un presidente inestable utilice los códigos nucleares», y afirma que la situación creada por Donald Trump «no podría ser más peligrosa». Poco antes, Trump había colgado un menaje en la red social Twitter en el que decía que «a los que han preguntado: no voy a asistir a la inauguración el 20 de enero».
Algo a lo que le contestó más tarde el presidente electo, Joe Biden: «Es algo en lo que ambos estamos de acuerdo».
La ‘inauguración’ es como se conoce en Estados Unidos el acto de jura del cargo del presidente, que se realiza el 20 de enero. Desde 1825, la tradición marca que el presidente saliente reciba a su sucesor en la Casa Blanca, y que ambos viajen entonces hasta el Capitolio, donde está el Congreso, en cuya escalinata se celebra la ceremonia.
De los 45 presidentes que ha habido en la Historia de Estados Unidos, incluyendo a Trump, solo cuatro no han asistido a la jura del cargo de su sucesor. El último en hacerlo fue Martin Van Buren, en 1841.