• Hilos cruzados. / Y los cruzados.

Por: Aarón Quiñones

La columna de este día es para invitarlo un momento a reflexionar sobre lo que pasa en nuestro pequeño y para nada tranquilo estado. Quiero ponerlo en los zapatos de quien en estos momentos esta pasando las horas más amargas de su vida y es que si de algo se nos acusa a los duranguenses es de indiferentes al dolor ajeno y eso definitivamente no debe de ser así.

Quien ponerlo a pensar pero para eso necesito que se imagine el dolor de una madre y un padre, sus hermanos y familia, al saber que a quien ama, uno de los más pequeños de la casa se encuentra grave recibiendo atención médica en un hospital público.

¿Ya sintió usted algo de eso?, perciba el olor a químicos y a productos de limpieza que penetra en los pisos de los hospitales, sienta el dolor y horror que esas paredes han visto pasar, y está ahí usted sentado, impotente, con las manos temblorosas, arrancando el cabello de su cabeza pensando que hizo mal en esta vida para que esto le pasara. Porque Dios, porque a mi, porque a mi niño.

La incomodidad de una silla le molesta las sentaderas pero usted no puede ni respirar, su corazón se agita cada vez que escucha las angustiantes respiraciones de su niño, ese pequeño que hace unos días brincaba y jugaba por su casa y le pedia para comprar una “papitas”. Ahora esta ahí inerte conectado a aparatos que parecen torturarlo.

En unas horas entra una enfermera que revisa los signos vitales del pequeño, a usted ni lo voltea a ver porque tiene miedo que le pregunte donde está el especialista y si va a venir a verlo, ella evidentemente no sabe, pero con un tono amable acaricia la cabeza del niño y le dice que se pondrá bien, no queda de otra la fe mueve montañas.

Así pasan las horas, no hay hambre, ni frío, y aún que el cansancio es notorio no se quiere mover de ahí. A su mente vienen esos momentos que le retuercen el corazón cuando ese ser amado lo abrazó por primera vez, sus primeras palabras, sus primeros besos, su piñata y todos los cumpleaños que le faltan por celebrar, todo lo que le falta por hacer y aparece nuevamente el dogma Porque Dios, porque a mi, porque a mi niño.

Llamadas entran y salen, usted esta preocupado porque como todos en Durango vive al día y tiene que encontrar las fuerzas para trabajar y poder tener algo de dinero “por lo que se necesite” y ahí vienen más angustias, y si tengo que llevarlo a otro estado, yo no tengo para pagar, como voy a pedir permiso me van a correr, como voy a pagar su tratamiento, cada tanque de oxigeno que usa vale una fortuna. Como diablos voy a salir de esto.

Cada día que pasa ve como se deteriora más la salud de su hijo, como lo tienen que cambiar cual si fuera un bebé, observa minuto a minuto como pierde peso por no poder comer ni beber agua como se debe, ese dolor inconmensurable no se quita, no pasa, usted esta viendo como se marchita frente a sus cansados ojos que ya no lloran porque buscan en algún rostro que llegue ese milagro que tanta falta le hace.

Y todo por que porque Dios, porque a mi, porque a mi niño, por un ….. mal nacido acomplejado e imbécil que decidió celebrar la entrada de año usando un arma mortal, a quien diablos se le ocurre eso, acaso vivimos entre salvajes, entre gente inconsciente del daño que causa. Malditos narcos, maldito todo aquel que tiene un arma de fuego en su casa y provoca estas tragedias, nada los justifica, nada los salva, ojalá algo así les pasará a ellos y a sus familias para que entonces su mente primitiva y acomplejada por la pobreza pueda sentir este dolor.

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