Ser una callada y tranquila ciudad colonial ¿La llave para el progreso?
Por: Aarón Quiñones
Factores geográficos, de infraestructura, demográficos y sobre todo políticos mantienen a Durango fuera del desarrollo industrial característico del norte de México. En su momento las oportunidades pasaron por la tierra de Doroteo Arango y de José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix pero no se quedaron. Entonces qué le pasa a esta tierra que según la opinión de quienes viven en ella tiene todo, pero a la vez le falta todo.
En Monterrey, siendo La Meca de la industrialización no se instaló la prometida fabrica de Tesla, la complicada situación internacional que se vive entre México y Estados Unidos por las próximas elecciones, muy a pesar de que el gobierno de la Cuatro T intente minimizar, existe y se demostró ahí. Siendo Nuevo León un estado que corporativamente lo tiene todo el gigante de la tecnología por cuestiones políticas y de ganancia decidió “esperar”, ahora que puede esperar Durango un estado que no cuenta ni con el 30 por ciento de la producción industrial de ese estado.
El enfoque que el gobierno de Esteban Villegas le esta dando a la búsqueda de inversión al estado es por demás interesante, traer industria, si pero más especializada y con mejores salarios, esa, esa se va a tardar por lo mismo que se está en la espera de lo que pase con Trump, todos van a esperar lo que pueda hacer el próximo presidente de la nación norteamericana, un negociador ventajista y que como él lo dice siempre obtiene lo que quiere, hay que decirlo los Chinos quieren invertir sí, pero el mayor socio comercial de México se puede enojar y ahí es donde todo se viene abajo.
La otra cara de la búsqueda de la inversión está enfocada a la belleza natural, las condiciones geográficas, cinematográficas y económicas, por que hay que decirlo en Durango es cara la gasolina y la renta; de ahí en más comer es más económico que en otras ciudades y los servicios también siguen siendo baratos.
Traer turismo de casas productoras es buena opción, dinero que entra directo a los bolsillos de la gente en hospedaje, servicios, productos, pero es temporal, que más, que sigue. Durango es una buena ciudad para vivir, hay seguridad, (¡la hay! a comparación de otros 30 estados del país), hay agua suficiente, hay casas suficientes, hay centros comerciales, hospitales, farmacias, electricidad, y todo queda a 15 minutos máximo, las filas más largas son en la barbacoa los domingos, o en la espera de medicamentos en hospitales federales, esas características para los que vivimos aquí pasan desapercibidas e incluso las desperdiciamos pero para otras personas que están acostumbradas a hacer una hora y media en el tráfico o formarse desde la mañana hasta medio día para comprar comida pueden ser llamativas.
La vida nocturna de Durango no es de las más celebres a nivel nacional, los jóvenes van a antros un día o dos máximo a la semana, los centros nocturnos no abren todos los días no hay personal y gente para tanto, algunos me dirán que hay excepciones, las hay, yo hablo de la generalidad.
Entonces lo que estoy dibujando definitivamente es un estado para descanso, si para personas que ya trabajaron, que por 30 años hicieron una hora y media a su trabajo, que sufrieron las dificultades de ciudades grandes, de países grandes, y que buscan una ciudad con las comodidades suficientes para hacer agradable su vida, cómoda.
Ser una ciudad para jubilados no es mala idea, traer turistas que buscan descanso más que bullicio no es una locura, las decenas de balnearios con aguas termales, la riqueza gastronómica, los pueblos que mágicamente reverdecen cada verano, playa y sierra a 3 horas de camino, y sobre todo las temperaturas, el clima para adultos mayores es más benigno que el agobiante calor de las costas o el doloroso frió extremo de las montañas.
Hacer de Durango una ciudad de descanso, de calma, de familia no es una idea descabellada, la agobiante dinámica de entidades con millones de habitantes es desesperante para los que viven ahí y por más que lo nieguen lo único que los mantiene ahí es lo mismo que hace que los pueblos no se queden solos, la pertenencia, pero si se les ofrece un lugar con las características de su ciudad pero con diez veces menos gente a personas que reciben puntualmente su dinero, que son honrados, que pagan impuestos, que consumen local, definitivamente no está nada mal; además aderezar eso con un buen descanso, con spas, con centros de tratamiento a las personas hartas del bullicio. Ser una callada y tranquila ciudad colonial puede tener una lógica económica y turística.