Al reivindicar la necesidad de que desde el poder público se cuide el patrimonio nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó a no escuchar el canto de las sirenas y seguir apostando –como se ha hecho en su administración– por consolidar Petróleos Mexicanos (Pemex) como una empresa pública para beneficio y bienestar de la nación.

Desde la Torre de Pemex, al encabezar la conmemoración del 86 aniversario de la expropiación petrolera –la última que le corresponde–, el jefe del Ejecutivo recordó aquella decisión histórica tomada por el general Lázaro Cárdenas del Río, con la que no sólo se recuperó este recurso natural para el país, sino que lo concibió como palanca de desarrollo.

Por eso, y en alusión al proyecto de sus opositores en torno a la industria petrolera, convocó a dejar de lado el absurdo de exportar crudo e importar combustibles. Nada de cerrar o abandonar refinerías.

Ante las voces que en México y en otras latitudes insisten en privatizar el sector y dejar de priorizar el recurso con el argumento de la renovación de energías fósiles por las limpias, el mandatario alertó: debemos calcular bien los tiempos de esa transición energética para no volver a caer en la dependencia del extranjero por dejar anticipadamente de invertir en la extracción de petróleo y en la producción de gasolinas y combustibles. Cuidado con los nuevos vendedores de cuentas de vidrio, con los que piensan que la riqueza de las naciones no depende de la producción y del trabajo, sino de la especulación financiera y de las bolsas de valores.

Mientras no exista, apuntó, la certeza total de que se podrá sustituir el petróleo sin dificultades y en poco tiempo, México debe continuar con la estrategia adoptada en su mandato: no vender petróleo crudo, procesar toda la materia prima en el país y abastecer primero el mercado interno. No a la dependencia.

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