Espectáculos.
El director mexicano aprendió que no hacía falta usar pistolas auténticas para conseguir un resultado final realista.
La trágica muerte de la directora de fotografía de la película Rust cuando el revolver que Alec Baldwin debía usar en la secuencia de un tiroteo se disparó por accidente reabrió el debate en la meca del cine sobre el uso de armas de fuego reales en lugar de réplicas.
Productoras como la de Dwayne Johnson prometieron que implantarían nuevas medidas de seguridad para prevenir desgracias similares en un futuro y varios directores se pronunciaron acerca de la importancia o no de permitir que los intérpretes disparen pistolas y munición auténticas frente a las cámaras en pos de un mayor realismo.
Guillermo del Toro pertenece al grupo que considera totalmente innecesario llegar a esos extremos, como aprendió mientras rodaba El espinazo del diablo en Segovia, España. La legislación local prohibía disparar en las zonas de bosque por el riesgo de que cualquier pequeña chispa pudiera provocar un incendio y el cineasta ha llegado a la conclusión de que «toda la parafernalia» que debe desplegarse cuando hay un arma de fuego cerca no merece la pena si se puede conseguir casi el mismo efectos «con una aplicación de un teléfono móvil».
«Es una cosa que un accidente ocurra por la confluencia de tres, o incluso cuatro, factores imprevisibles, pero si ocurre y hay uno o dos factores que se podían haber evitado, eso pesa mucho sobre el director y el productor», aseguró en una mesa redonda entre directores organizada por el portal The Hollywood Reporter.
El director mexicano ha insistido en que nadie puede «juzgar» los accidentes, añadiendo que él mismo se ha enfrentado a más de uno en sus propios proyectos: «Uno trata de prevenirlos, y el resto es tragedia, realmente es tragedia».