La celebridad se niega a guardar ningún objeto de valor en la caja fuerte de su mansión por miedo a otro posible robo.
La traumática experiencia que Kim Kardashian vivió en París hace cinco años, cuando la retuvieron a punta de pistola en su habitación de hotel para robarle las joyas valoradas en diez millones de dólares que había llevado con ella en el viaje, hizo que cambiara por completo su estilo de vida.
En primer lugar, la celebridad dejó de realizar en sus redes sociales publicaciones ‘en tiempo real’ que pudieran ayudar a cualquier potencial ladrón a localizarla, y también reforzó la vigilancia en torno a su hogar.
De hecho, llegó a reconocer que no era capaz de pegar ojo si no había al menos un guardaespaldas al otro lado de la puerta de su dormitorio.
Kim desarrolló una especie de fobia a los diamantes porque los asociaba con el calvario que había pasado y ni siquiera trató de reemplazar los que había pedido, aunque recientemente se ha animado a empezar a ponérselos de nuevo, siempre y cuando no sean suyos.