Mientras algunos estados ya vuelven a clases presenciales, México debe aprender de las recomendaciones internacionales que han dejado atrás otros países para volver a las aulas.

Ante la evolución de la pandemia de COVID-19, muchos estados en México están cambiando sus semáforos de riesgo a verde y preparan el regreso a clases presenciales en todos los niveles educativos. Sin embargo, organismos internacionales han emitido recomendaciones para hacer una planeación que comprenda distintos elementos más allá de lo académico y que involucre a toda la comunidad educativa.

Según el informe “La educación durante la COVID-19” de la ONU, alrededor de mil 600 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes en el mundo han visto afectado su derecho a la educación debido al cierre de las escuelas.

En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) elaboró la Encuesta para la medir el impacto del COVID-19 en la educación, el cual arrojó como resultado que casi 6 millones de personas entre 2 y 29 años no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021.

Dentro de las principales causas se encuentran la falta de recursos, la carencia de computadoras o internet y que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje.

A esto se le suma, la falta de acceso a la educación que deja en una situación de mucha vulnerabilidad a las y los estudiantes ante enfermedades, trabajo infantil, castigos físicos, violencia sexual y de género, matrimonio infantil, entre otros.

Aunque el cierre de las escuelas ha permitido un mejor manejo de la pandemia, el regreso a clases presenciales debe ser una prioridad de los estados con la garantía que se haga de forma segura y atendiendo a las necesidades específicas de las comunidades, así como las recomendaciones internacionales.

Organizaciones globales como Save the Children, UNESCO, World Vision, entre otras, publicaron “Regreso seguro a la escuela: una guía con recomendaciones internacionales para los países antes y durante la reapertura de los espacios educativos”.

  • El primer elemento está enfocado en el monitoreo y evaluación de los protocolos. Es necesario evaluar en el regreso a clases presenciales, el estado de las escuelas, si cuentan con recursos humanos y materiales necesarios, y la perspectiva de la comunidad educativa, especialmente la de niñas, niños y adolescentes. De igual manera, también son importantes los sistemas de monitoreo que informen constantemente si las estrategias son las adecuadas y hacer los cambios pertinentes.
  • El segundo elemento es lo relacionado con las recomendaciones en materia de salud, nutrición, agua, higiene y saneamiento, pues las instituciones educativas deben garantizar estaciones de lavado de manos funcionales, acceso a agua, suficiente espacio para la sana distancia, material de protección personal como caretas y cubrebocas, y reforzar los hábitos de higiene.
  • El tercer elemento está enfocado en la educación, asegurando que todas las niñas, niños y jóvenes regresen a clases presenciales, pero priorizando a los más vulnerables. Sumado a esto, sugieren evaluaciones formativas de aprendizaje para identificar las necesidades adicionales que la educación a distancia haya causado.
  • Por último, el cuarto elemento respecto a la salud mental. Aunque el impacto de la pandemia en las cuestiones académicas es preocupante, hay una necesidad muy grande por priorizar las recomendaciones que tienen que ver en el desarrollo psicológico y emocional de la niñez. Para esto se sugieren actividades dentro del aula, tener mecanismos para canalizar con especialistas y brindar apoyo socioemocional.

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