El presidente atribuye las críticas a una “campaña de desprestigio” mientras crece el rechazo al cerco del Palacio Nacional.

El despliegue de seguridad en el centro histórico de Ciudad de México ante las manifestaciones del 8 de marzo se ha convertido en el emblema más polémico de este Día Internacional de la Mujer.

La valla que el Gobierno ordenó colocar en el perímetro del Palacio Nacional “para proteger y evitar provocaciones” durante las marchas convocadas para el lunes fue intervenida por activistas que pintaron cientos de nombres de víctimas de feminicidios. 

La indignación convirtió el cerco en un «muro de la memoria» contra la violencia, como destacaron varias feministas en las redes sociales, y la noche de este domingo se proyectaron en la fachada del palacio frases como “México feminicida”. El presidente, en cambio, ha atribuido las críticas a una “campaña de desprestigio” de la derecha y ha asegurado: “Yo no soy machista”.

“Es mejor poner una valla que poner frente a las mujeres que van a protestar a los granaderos, como era antes» dijo.

Los nombres de las víctimas pintados en la valla del Palacio Nacional solo son una minúscula muestra de una violencia estructural olvidada. En México se perpetran más de 3.000 asesinatos machistas cada año, según cifras oficiales, y el 99% de los crímenes de violencia sexual permanece impune.

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